En noviembre de 1911 Marie Curie recibió una carta de Albert Einstein, el motivo de la misiva es tan personal como conmovedor.
A veces es difícil imaginar el gran valor que las cartas escritas tenían antes de la era del Internet y la hiperconexión, pero basta ubicarnos un poco en el tiempo y en las costumbres de épocas pasadas para comprender la importancia de las misivas, de la palabra escrita que recorría distancias, literalmente, para comunicar algo y que de otra forma no podía ser.
Dicho esto, hay muchas cartas que algunos guardamos con cariño y otras, como la que aquí nos ocupa, que, aparte del valor sentimental y personalismo, tienen un valor histórico notable. Albert Einstein escribió en noviembre de 1911 una carta a Francia dirigida a Marie Curie en la que expresaba su solidarización con la científica polaca-francesa.
Y es que la vida de Marie Curie tuvo muchos tropiezos debido a las ideas estrechas de la época en la que no se consideraba que las mujeres debían educarse, asistir a la universidad, tener altos puesto o ejercer su sexualidad, en este caso.
Recordemos que Marie Curie fue esposa de Pierre Curie y con el que compartió su vida como pareja pero también en el laboratorio y sus investigaciones. Gracias al trabajo de esta mancuerna y del científico Henri Becquerel en 1903 les fue otorgado el Premio Nobel de Física, convirtiéndose en la primera mujer galardonada con este reconocimiento.
La vida de la científica cambiaría radicalmente a la trágica muerte de su esposo Pierre el 6 de abril de 1906. El deceso se debió a que Pierre cayó accidentalmente bajo las ruedas de un carruaje en una noche lluviosa en París. La vida de la familia Curie dio un giro y Marie pasaría por un periodo de depresión.
Poco después le ofrecieron un puesto en el laboratorio de física en la Universidad de París y con lo cual se convirtió en la primera mujer (de nuevo) en conseguir un puesto en universitario y estar a cargo de un laboratorio.
En el ámbito personal, y durante este periodo, Marie Curie, tuvo una relación amorosa con el físico Paul Langevin, quien estaba casado entonces. Esto se supo a raíz de que la esposa de Langevin supiera del romance y pidiera el divorcio. Las cartas entre Curie y Langevin fueron robadas y más tarde se desataría una campaña de desprestigio contra la científica, en la que incluso, a su regreso de una conferencia, encontró a una turba frente a su casa que reaccionó así por ser, según se leía en la prensa: una «rompehogares judía extranjera».
A este hecho, Einstein reaccionó enviando una carta a Marie, a quien había conocido en el I Congreso Solvay sobre la radiación y los cuantos. En ella le expresaba su enojo para los que la señalaban y su consejo de no tomar parte de lo que estos decían y por otra parte que se encontraba muy feliz de haberla conocido en Bruselas. La carta se encuentra archivada por la Universidad de Princeton en una genial colección de misivas del científico.
La transcripción de la misma:
Muy estimada Sra. Curie
No se ría de mí por escribirle sin tener algo sensato que decirle. Pero me siento muy enojado por la forma en que el público actualmente se ha preocupado en lo que usted concierne, por lo que absolutamente debo ventilar este sentimiento. Sin embargo, estoy convencido de su desprecio por esta gentuza, ya sea si le prodigan obsequioso respeto o sacien su lujuria por el sensacionalismo. Me siento impelido a expresarle cuanto admiro su intelecto, su manejarse y su honestidad, y me considero afortunado de haberle conocido en Bruselas. Cualquiera que no se cuente entre estos reptiles es ciertamente feliz, más ahora que contamos con personajes entre nosotros como usted y Langevin también, gente real con quien uno se siente privilegiado de tener contacto. Si la gentuza se mantiene ocupada con usted , mejor no lea esa bazofia, mejor déjesela al reptil para el cual fue fabricada.
Con el más amigable recuerdo suyo, de Langevin y de Perrin, atentamente,
A. Einstein.
P.D. He determinado la ley estadística del movimiento de la molécula diatómica en el campo de radiación de Planck, por una chistosa ocurrencia, naturalmente bajo la presunción de que la estructura del movimiento siga las mismas leyes mecánicas. Aunque mi esperanza de su validez es mínima.
El tiempo pasó, la turba se disipó y el trabajo de Marie volvió a brillar cuando fue reconocida, de nueva cuenta, en 1911 con el Premio Nobel de Química, haciendo historia una vez más pues se convirtió en la primera persona en conseguir dos de estos preciados galardones. La amistad con Einstein siguió en delante, muestra de ello es que en 1913 realizarían un viaje de verano en la Engadina suiza.